domingo, 18 de julio de 2010

Mundial 2010 Historia (II)


BRASIL 1954

PEQUEÑO MARACANAZO, POLEMICA Y UNA SELECCIÓN DEMOCRATICA



Finalizada la primera edición mundialista, la FIBA había decidido otorgar a la ciudad brasileña de Sao Paulo la organización del próximo mundial, siendo así participe de la conmemoración del cuarto centenario de su fundación. Sin embargo, los problemas con la construcción del nuevo pabellón y el escaso interés de las autoridades locales, terminaban con el mundial de 1954 en Rio de Janeiro, en concreto en el mastodontito pabellón “Maracanazinho” situado en las inmediaciones de su homónimo futbolístico.
Superados los problemas arquitectónicos, el siguiente escollo para el desarrollo normal del torneo llego de la mano de la política del gobierno brasileño contrario a la concesión de visados a los países del bloque comunista, lo que derivaba en la ausencia de la URSS, Hungría (oro y plata en el eurobasket del año anterior) y de Checoslovaquia (4ª). En cambio, la habilidad diplomática de Tito y su progresivo distanciamiento de Moscú propiciaba la presencia de una Yugoslavia, que si bien había mostrado progresos (6ª el año anterior en el eurobasket), aun distaba de ocupar el lugar que la historia le tenía reservado. Pese a esta condición modesta, los “plavi”, dirigidos ya por el mítico Aleksandar Nikolic, serían los protagonistas de uno de los momentos clave de este mundial.
El 3 de Marzo, en lo que a priori parecía un duelo desigual, los balcánicos se enfrentaban a la potente Uruguay del gran Oscar Moglia, vigente bronce olímpico (que habría de repetir cuatro años después), pese a lo cual lograban plantar cara de la mano de un excelso Borislav Curcic. Tras llegar con igualdad al descanso, mediada la segunda mitad estallaba la gran polémica del torneo: Uruguay, por medio de Moglia, anotaba una canasta que quedaba invalidada por falta previa, pero en un despiste de la mesa al ver que los yugoslavos sacaban de fondo era apuntada en el acta. Tras notar el error, el arbitro decidía que el acta era intocable y el encuentro finalizaba con empate a 48, dando paso a una prorroga donde los sudamericanos se alzaban con el triunfo. La pataleta de los de Nikolic fue de órdago y aunque no tuvo efecto inmediato, acabo derivando en un cambio de reglamento por el cual solo podría ponerse el balón en juego detrás de la línea de fondo tras canasta, optando por la lateral para las infracciones.

Polémicas a parte, en lo deportivo, Brasil partía como gran favorita al amparo de su numerosa torcida, una condición que parecía ratificar su exhibición inicial ante la “democrática” Filipinas (99-62). El equipo asiático, dirigido en la banda por Herminio Silva acudía al mundial brasilero en medio de una gran expectación, avalada por una extensa nomina de candidatos a ocupar el roster final. Preocupados por el asunto, los dirigentes federativos decidieron convocar en Manila a 5 expertos que en votación secreta votaron a sus 12 jugadores ideales, dando lugar a una selección cuanto menos efectiva, y es que los asiáticos, comandados por un Carlos Loyzaga que terminaría como tercer máximo anotador del torneo, acabarían reponiéndose de la dura derrota inicial hasta el punto de llevarse la medalla de bronce.

Ajenos a todo lo demás, la selección brasileña se plantaba en la ultima jornada de la liguilla final invicta, al igual que su rival una USA que había sacado de la pista a todos sus rivales, pero que aun así no parecía rival para los crecidos jugadores locales.
Sin embargo, la historia tiende a repetirse, y aunque menor escala, el fantasma del viejo gol de Ghiggia a Barbosa cuatro años antes, habría de manifestarse de nuevo, en forma esta vez de defensa prodigiosa e inapelables contraataques de una selección estadounidense que consumaba su pequeño “maracanazo” con un claro 62-41.

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